Aunque el comienzo fue el 23 de diciembre, el verdadero bautismo de fuego fue en la Nochevieja del 75 que se les invitó a la inauguración del Aparthotel Candanchú en esta estación de esquí. Al parecer fue una noche memorable en muchos sentidos, en las invitaciones y sobre todo en la recaudación, pues debido a lo espléndidos que fueron los que allí estaban se recogió para pagar todos los trajes, según cuentan las fuentes.
Por lo visto se produjo una anécdota que quedaría en la memoria de todos y que ha llegado hasta este cronista. De todos es sabido que no hay tuno sin capa y capa sin cintas. Las correspondientes capas habían sido completadas con varios rosetones de cintas, muchas de ellas dedicadas por distintas fans de los susodichos tunos. Entre canción y canción resulta que un tuno tuvo que retirarse momentáneamente sin que se diera a ésto mayor importancia. Un par de canciones después, reaparece nuestro protagonista sin capa y con mucho misterio, discreción y hasta preocupación, va de un compañero a otro pidiendo unas tijeras. A pesar de la extraña petición, ante la insistencia y la actitud seria del solicitante por fin le consiguen una navaja y desaparece un tanto aliviado. Cuando por fin se reincorpora perfectamente ataviado, ya más relajado, acaba poniendo en común lo sucedido. Parece que a nuestro protagonista le dio “un apretón” y se retiró a evacuar pero con las prisas, parece que no recogió bien sus cintas y alguna de ellas quedó descontrolada. Lo demás ya se puede imaginar como también las risas que esto ocasionó en los compañeros el resto de la noche, que por cierto no fue corta.
La nevada que había caído en Candanchú, no fue óbice para, una vez calientes las voces y los cuerpos, se cumpliera igualmente bien con las clientelas del Hotel Edelweis y del Hotel Tobazo, acabando con sus recién-estrenados zapatos de charol bien mojados en la cafetería de la Escuela Militar de Montaña para tomar un desayuno que volviera a templar los cuerpos que la nieve había ido enfriando. No sé si por las brumas de la noche o lo distante de las fechas, no está totalmente claro para mi informador quién los bajó, ni la hora a la que llegaron a Jaca. Eso sí, parece que la luna se había retirado a su hora y las farolas ya estaban apagadas, renunciando al intento de llevar la contabilidad antes de disgregarse, dejándolo por la confianza y sobre todo por el cansancio, para después de un merecido descanso en ese primer día del año.
Se fue saliendo sobre todo en vísperas de fiesta y fines de semana cuando se sumaba el que hubiera un número suficiente, ganas de marcha y no coicidir con otras obligaciones.
Sus intervenciones aunque no eran actuaciones en sentido estricto, fueron creciendo conforme fue siendo conocida, y así fue invitada a amenizar alguna tarde del Camping Pirineos (de Santa Cilia de Jaca) y alguna fiesta familiar o bodas que se celebraron en Jaca o alrededores.
Una Tuna que se precie no está completa si no tiene su MADRINA y la ESTUDIANTINA JACETANA no podía ser menos. La elección recayó en Marian Echeto Piedrafita, guapa jacetana que había sido Reina de una de las ediciones de las Fiestas de Jaca. Al parecer, este nombramiento fue correspondido con una buena invitación por parte de la familia Echeto en la bodega que la familia tiene en la casa de la Plaza de la Catedral.
Como nuestra relación con Las Landas fue profusa, es muy fácil que en alguna de las excursiones que hicimos al margen de las actuaciones, se fuera con los trajes de tuna y les viera Monsieur Lassabe, por lo que en el verano del 76 este señor habría de organizar varias actuaciones en Habbas y en la zona Seignosse para el Grupo Folklórico “Alto Aragón” y pidió para algunos espectáculos que se combinara el Grupo y la Tuna como así se hizo en agosto de 1976.
En 1978 el Grupo fue invitado a participar en el Festival de Confolens (Charente Maritime) y en 1979 aprovechando los contactos-amistades del año anterior y que no había actuaciones esos días, se fue la Estudiantina Jacetana a hacer su particular campaña a aquel festival. Se tenía permiso para dormir en las instalaciones en que estaban los otros grupos. No se actuó en el escenario y normalmente se iba por libre haciendo ambiente por terrazas y bares, pero como coincidió que a una artista andaluza le falló el grupo de músicos, nos invitaron a acompañarla en uno de los desfiles que se organizaban a media tarde antes del espectáculo, seguramente con fines propagandísticos. Acabado el festival, bajaríamos en los coches particulares que se habían usado para llegar pues esa tarde teníamos actuación en una localidad del País Vasco francés, que los nacionalistas vascos llaman Zuberoa.
Pero como en el libro “La Historia Interminable ” de Michael Ende, esta es otra historia que deberá ser contada en otro lugar.
Álvaro
Álvaro
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