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31 agosto, 2021

Comidas festivas - 2021

 Desde mayo hasta el Pilar el Alto Aragón está salpicado de fiestas y romerías. Fechas en las que se socializa con los vecinos del pueblo y los venidos de fuera. Momentos para el encuentro en la misa, en las verbenas y alrededor de la mesa, que en estas tierras nos ha gustado, y nos sigue gustando, lo de comer y beber bien.

Isabel Castillo nos hace un “apetitoso” repaso a esas sencillas, generosas y deliciosas viandas con las que se agasajaba a las gentes del pueblo y a invitados.

La gastronomía en fiestas y romerías

En el Alto Aragón, cada pueblo tiene su romería y podríamos decir, sin equivocarnos, que la comida tras la misa era y es, una forma de socializar todos los vecinos del pueblo, en torno a unas sencillas y generosas viandas, no por ello menos deliciosas. Con frecuencia podemos encontrar como entrante la tortilla de patata en sus múltiples variedades o las migas de pastor con sus infinitas variantes geográficas; todo regado con un buen vino del tonel. Esto casi siempre se acompaña de una buena ensalada, elaborada con las mejores hortalizas de las huertas. Como plato principal no puede faltar la carne de cordero elaborada como una suculenta caldereta o bien asada en unas buenas brasas de leña. La caldereta de cordero se hacía a fuego lento en los aledaños de la ermita donde después de la misa era costumbre comer todos juntos. Otro de los productos que también se suele comer es la conserva elaborada en casa.

Como postre no puede faltar el melocotón con vino rancio, si bien, para los pequeños se añadía más almíbar del melocotón y poquito vino. En muchos pueblos se repartía la denominada torta de caridad con anises; torta bendecida previamente en la misa.

Durante las fiestas, y ya en las casas, se comenzaba la comida con entremeses o ensalada, huevos rellenos, boliches de Embún o caldo como primer plato y  cordero asado al horno o pollo a la chilindrón de segundo.

En Puértolas de donde desciende mi familia paterna, para la fiesta mayor del Pilar, en prácticamente todas las casas se servían chiretas. Este plato es típico de Barbastro y de la comarca de Somontano. Las chiretas se consumen cocidas o rebozadas. Consiste en una tripa de cordero, rellena de arroz, tocino y los menudos del animal, todo bien condimentado con especias. Este plato montañés de aprovechamiento, se puede consumir como plato principal caliente o como tapa, presentadas rebozadas y en rodajitas. Su nombre proviene de la palabra aragonesa chirar que significa "dar vuelta", refiriéndose a la piel vuelta de la tripa del cordero.

Para la fiesta de Santa Orosia era costumbre comer los “Espárragos montañeses” cuyo metafórico nombre no se refiere a los vegetales sino que eran las colas de los corderos que se les quitaban para que no se enredasen con ellas en sus largos paseos por los montes. Las colas, una vez cocidas, se rebozaban en harina y se servían con una salsa de verduritas. También eran típicas las truchas con jamón que se habían pescado en el rio Aragón o Gállego la mayoría de las veces por encargo.


En cuanto a los postres de los días de fiesta, empanadicos de manzana o calabaza, crespillos de borraja, rosquillas, natillas, flan de huevos, bizcocho o brazo de gitano ponían un buen final al festín.



Durante las fiestas, los establecimientos de Benasque se publicitaban haciendo rimar los nombres de los mismos o sus propietarios con el producto que se ofertaba. Como ejemplo estas seis perlas radiofónicas de la época:

1.- Si sus dolores son agudos y no puede moverse de la cama, en los Baños de Benasque le espera Valero Llanas.

2.- Español o extranjero que sus vacaciones disfruta, no deje de pasarlas en el Cantal o La Renclusa.

3.- Si quieres comer bien y barato, visita Casa Paco.

4.- Los Hermanos Aventín quieren a usted saludar, páselos a visitar en su establecimiento Spar.

5.- Ciclista motorista que vas raudo y veloz, al final a ti te espera visitar a Pelós.

6.- Pollos y conejos y costiellas de corderé, se los servirán con esmero en la carnecería Hermanos Lloret. 

Isabel Castillo Pes

Publicado en la newsletter del Grupo "De Capazo", núm 10  (Segundo Trim. 2021)

Las negritas y cursivas son del blog.

02 junio, 2021

Cocina de Cuaresma - 2021

 LA COCINA DE CUARESMA Y SEMANA SANTA EN EL ALTO ARAGÓN

 La Cuaresma (en latín: quadragesima, ‘cuadragésimo día -antes de la Pascua) es el tiempo litúrgico del calendario cristiano destinado a la preparación espiritual de la fiesta de la Pascua. La Pascua es la fiesta central del cristianismo, en la que se conmemora la resurrección de Jesucristo al tercer día después de haber sido crucificado.

Se trata de cuarenta días de purificación e iluminación interna, celebrado en la Iglesia católica, entre otras. Días en los que desapegarse de lo terreno y experimentar la presencia de Dios mediante tres medios clásicos, el ayuno, la oración y la limosna.

En el primero de ellos, el ayuno, nos centraremos para intentar relacionar qué  era lo que se cocinaba en ese periodo en el Alto Aragón durante estos cuarenta días de un periodo tan especial.

En esta “cuarentena” prevalecía la moderación, quien ayuna reduce sus necesidades comiendo menos, y en este contexto los productos estrella de la cocina eran el bacalao, los huevos y otros pescados que poco a poco se fueron incorporando. Era típico también cocinar una merluza en salsa verde con almejas, siendo fundamentales las legumbres con especial dedicación a los garbanzos. Precisamente en tratados de medicina publicados en los siglos XV y XVI se aconsejaba la ingesta de garbanzos y perejil como un alimento de sorprendentes efectos terapéuticos. Huevos, bacalao y garbanzos eran cocinados en todas sus variantes, así como los postres donde prevalecen las torrijas, los buñuelos, los crespillos, las natillas, el flan de huevos y el arroz con leche.

Merluza en salsa verde con almejas

Entre los platos salados era frecuente cenar, tras la procesión de Jueves Santo, los típicos huevos duros aliñados con ajo y perejil, que se dejaban previamente hechos a la procesión. Un plato contundente y muy repetido a lo largo de la cocina altoaragonesa eran los garbanzos en salsa con espinacas y bacalao. También se elaboraban con tortilla de bacalao, que se servía junto a los garbanzos.

Los huevos eran cocinados en múltiples platos. Entre los más contundentes, el ajoarriero, que además funde también con el uso del bacalao, de nuevo. Bacalao con patatas y buñuelos de bacalao completan el menú de este periodo.

 Buñuelos de bacalao                 Ajoarriero

 La cuaresma comienza el miércoles de ceniza, el pasado 17 de febrero, y concluye antes de la Misa de la Cena del Señor el Jueves Santo, este año el día 1 de abril, así aún quedan días para elaborar y probar estos platos que siguen totalmente vigentes hoy en día.

Con vuestro permiso, os invito a que practiquemos la cuaresma, cojamos fuerzas, renovemos nuestro espíritu y preparemos el retorno a los ensayos, cuando podamos, tras esta penitencia necesariamente impuesta por Sanidad. Salud

Isabel Castillo Pes

Publicado en la newsletter del Grupo "De Capazo", núm 9  (Primer Trim. 2021)

10 febrero, 2021

Receta de Navidad del Sobrarbe - 2020

 MENÚ DE NAVIDAD

Como se acercan las fechas de hacer menús de Navidad, vamos a darle una vuelta a aquéllos que hace 70-80 años se cocinaban por este Pirineo. Como lo que más conozco es Sobrarbe, no me voy a meter en “camisas de once varas”.

Partamos de la evidencia de que, ahora, cuando pensamos en una comida, no hay problema: nos acercamos a cualquier supermercado y encontraremos toda clase de carnes y pescados frescos o congelados, verduras y frutas de cualquier temporada etc.  Pero esto es así desde hace no tantos años. En la época de la que hablamos, era imprescindible hacer huerto para poder comer, criar un cerdo para tener embutido o jamón, sembrar trigo para poder comer pan, hacer un arna si querías probar miel o tener gallinas para comer huevos o pollo y la ganadería de “vender”, para conseguir algún dinero, porque había que comprar la sal, arroz, algún pescado en salazón, azúcar y aceite.

Como la orografía de Pirineo era abrupta, los campos tenían poca extensión y se cultivaban de la manera muy rudimentaria (se labraba con un mulo, burro  o caballo y un arado romano, se segaba a hoz y se trillaba en la era). Con esto quiero decir que las cosechas de trigo eran muy pequeñas y desde ahí aún había un trecho hasta convertirlo en pan.

La  comida no era cuestión de pensarla y hacerla, todo necesitaba haberse empezado a trabajar mucho antes. Se plantaban en verano las verduras de invierno (generalmente coles o cardos), se dejaban pollos para comer en Navidad, se había ido a moler el trigo a los molinos de piedra que había a lo largo de los ríos de para hacer pan y alguna torta en días señalados y se hacía matacía de cerdo para el año.

Las dos fechas en que, de las más ricas a las más pobres había comida especial en todas las casas, era Navidad y el día de la fiesta del pueblo. Generalmente en Nochebuena se hacía alguna verdura: col, si había mucha suerte, con aceite de oliva o “apañada con tocino”, cardo en salsa de almendras al que se le añadía bacalao desalado y alguna carne. Si con el cardo no había bacalao, se ponía de segundo plato algún pescado, porque los de la ribera alta del Ara o los que estaban cerca del Cinca, Cinqueta o Yaga tenían truchas que pescaban “a uñeta” o con un tresmallo. De postre orejones de presiego, manzana o higos que se teseraban sobre un cañizo en las falsas venteadas del verano y luego se ponían a cocer con agua y se añadía vino.

El día señalado era la comida de Navidad. Como ya en cada casa había mucha gente no solían venir más familiares, a partir de la década de los 60 donde marchó tanta gente a  Zaragoza o Cataluña empezaron a volver hijos y nietos en estas fechas.

El menú de ese día, además de la esquerola con ajo, era de sopa de fiesta (que, hasta que llegó la tapioca, era de pasta, que venían a hacer por los pueblos con una maquina cargada en la mula –de estos oficios podemos hablar otro día-. Esa sopa llevaba huevo duro y carne del caldo picados. Después el pollo, que habían criado en casa durante casi un año. Se hacía guisado  en cacerola de hierro al fuego o en la cocinilla de leña. El postre iba en función de los “posibles” de la casa o de la materia prima que tuvieran. Por ejemplo, si tenían leche de oveja o de vaca hacían flan, si eran del bajo Sobrarbe donde hay almendreras, preparaban turrón o guirlache con almendras y miel, en otras casas cocían bizcocho o hacían pastillos (empanadicos) de calabaza o manzana o nueces. En lugares como Ainsa o Boltaña que, tras la Guerra Civil se quedaron acuartelamientos de militares, cambiaban leche por arroz y azúcar, y así podían hacer arroz con leche.

El azúcar era muy difícil de conseguir, por eso se valoraban mucho los postres dulces, y aunque solía ser negra, sin refinar era tanto lujo como el café. El anís se hacía en algunas casas, con alambiques ilegales y se conseguía de estraperlo.

Gracias a los arrieros, como los de Naval que subían por Jánovas y Sobrepuerto se podía conseguir aceite a cambio de lana o de cera o sal (que aunque os parezca un tema menor era importantísima para geste y animales). De los arrieros también podemos hacer un aparte en otro momento.

Como dice el antropólogo Severino Pallaruelo, en Sobrarbe éramos tan pobres que con lo que otros tiraban, nosotros hacíamos alta cocina: colas de cordero, patatas con sebo, chiretas de arroz, fritada de sangre con cebolla. Como veis se aprovechaba todo.

Conforme avanzaba el siglo XX, con la llegada de más productos a las tiendas de los pueblos grandes, el “trasiego” con Francia por el puerto que hacían los vecinos de Bielsa, Plan y San Juan fue variando en enriqueciendo los menús con pescados de salazones, fruta fresca como mandarinas, chocolate o vino rancio.

Os dejo aquí una receta de pastillo de nueces, por si tenéis una tarde con tiempo: 


Picar un tazón de almendras crudas u otro de nueces (mejor no muy molidas para que encontremos los trozos). Mezclar con otro de azúcar, al que le habréis añadido un poco de canela.

Vamos a hacer la masa con agua, harina, levadura, sal, aceite y un huevo. Amasamos bien y la dejamos a reposar calentita durante 1 hora. La extendemos a lo largo, lo más fina que sepamos, de manera que pongamos sobre la mitad la mezcla que teníamos reservada  y el resto nos sirva para taparlo. Una vez hayamos extendido bien la mezcla de los frutos secos, echamos miel por encima, tapamos y unimos las orillas con los dedos haciendo presión. Por encima, echamos un poco de aceite y azúcar.

Al horno a 200º hasta que quede dorado.  Lo dejáis enfriar y tenéis listo turrón de Sobrarbe. Es un lujo que no se encuentra más que en las casas que aún lo hacen.

En la nuestra, ¡estáis invitados! Feliz Navidad.

Elsa Fumanal

Publicado en la newsletter del Grupo "De Capazo", núm 8 (Cuarto Trim. 2020)