Cuando las hijas tiran de los
padres
Jamás hubiese imaginado que, un día como hoy, iba a
estar escribiendo estas líneas a un grandioso “grupo de amigos/as”, que han
tenido, tienen y/o tendrán la buena costumbre de pertenecer al Grupo Folklórico
“Alto Aragón”. Y digo pertenecer porque ahora más que nunca soy consciente que
en este grupo una vez entras ya no puedes salir. Siempre, por pequeño que sea,
tienes un vínculo con él, aunque hayan pasado muchos años desde que formases
parte activa del mismo.
En mi caso, empecé (como la amplia mayoría de sus componentes) en la escuela,
siendo muy jovencito, con un grupo de niños y niñas entre los que se
encontraban mi hermano, mis primos y unos cuantos (por aquel entonces)
desconocidos, de los que sigo teniendo muy buenos recuerdos e incluso sigo
contando anécdotas, de vez en cuando, como si los estuviésemos viviendo en este
preciso momento.
Tras varios años bailando en el Parador de Oroel, y una vez alcanzado ese gran
objetivo de llegar o pertenecer al grupo de los “mayores”, por circunstancias
que no vienen al caso, decidí abandonar el grupo.
Pero con el paso de los años no recuerdo, cómo ni por qué (buff… ya tengo
lagunas), volví a formar parte activa del grupo. En ese momento coincidió que
también había muchos miembros del entorno de mi edad, compañeros del dance,
anteriores compañeros del baile y otros nuevos (para mí), con los que fue muy
fácil y divertido compartir ensayos, actuaciones e incluso algún viaje de esos
“buenos” (aunque todavía en autobús, ¡je, je!).
Pero mira por dónde, la vida da muchas vueltas y
llega el día en que formas una familia, ves cómo van creciendo tus hijas, les
vas contando anécdotas, los hobbies que has tenido y has ido abandonando, les
dices que bailaste “la jota”, en “EL ALTO ARAGÓN”, que lo pasaste muy bien, que
hiciste muchos y muy buenos amigos, que alguno de ellos también tienen hijos y resulta que tus hijas los conocen
porque coinciden en actividades, o en los parques, o en el paritorio el día que vienen al
mundo… y hasta
consigues o mejor dicho, se da la circunstancia de que tus hijas también
prueban a bailar “la jota” en “EL ALTO ARAGÓN”, pero o bien no les
convence demasiado o les coincide con otra actividad extraescolar (de esas a
las que apenas les apuntamos los padres/madres) y acaban por dejar la actividad
porque les resulta incompatible.
Hasta aquí todo muy bien, muy familiar, te sientes muy
confortado contigo mismo, se te enrasan los ojos de alegría y emoción, incluso
porque te vienen todos esos recuerdos que os he contado anteriormente, y llega
ese momento, cuando, a pesar de haber pasado muchísimos años y pensaste que ya
no volverías más, las hijas tiran de los padres y te vuelven a ilusionar con
volver a formar parte activa del grupo ALTO ARAGÓN.
Así sigues los pasos que van marcando tu camino como padre y resulta que, al
tiempo, una de esas dedicaciones que hicieron que tus hijas “aparcasen” la
actividad en su momento, les abre la puerta de nuevo de este maravilloso grupo.
Entonces, sin intención de ningún tipo, las animas a que crucen la puerta,
porque tienes la experiencia de que allí se lo van a pasar muy bien con el paso
de los años y van a conocer infinidad de personas con las que van a establecer
un vínculo que les durará toda la vida.
David
Rodríguez