Una experiencia de libro
Mi nombre es Vanessa
Gargallo Marco y he bailado la jota desde que tengo uso de razón. Mi madre y
mis abuelos vivieron en París muchos años y echaban mucho de menos sus raíces;
creo que es por eso que cuando nací volvieron a casa. Decidieron disfrutar de la
tierra y del folklore a través de mí, y allí estaba yo, con cuatro añitos
bailando con una pandereta en un grupo de Zaragoza. Lo que no sabían, ni ellos
ni yo, que esa afición sería el principio de algo superespecial que aun hoy en
día forma parte de mí y me acompañará siempre.
Los veranos de mi infancia los pasé en Berdún, en el pueblo de mis abuelos, y
allí Charis y Paco nos enseñaban danzas y jotas que luego bailábamos por los
pueblos de alrededor. Ese fue mi primer contacto con el grupo Alto Aragón. Después
me fui a vivir a Hecho y para que no perdiera mi afición por la jota, mi abuelo
me llevó a la escuela del grupo en Jaca y allí ensayaba para actuar en el
festival de la Cueva. Pero no duré mucho en la escuela, con 11 años ya
pertenecía al grupo y junto con mi inseparable amiga Susana empezamos a viajar
y a actuar por todos lados. Es más, con 11 años viajé a Dijón y ganamos la
medalla de oro. Recuerdo cada momento de ese viaje y cada sensación, fue algo
increíble. Y ese solo fue el principio de una larga lista de recuerdos y
experiencias.
No sabría decir qué viaje me cambió más la vida pues todos fueron especiales y
de todos aprendí algo, pero creo que el viaje a Taiwán me marcó especialmente
por varios motivos: Tenía 13 años cuando fui, cogí mi primer avión, estuve 15
días fuera de casa sin mi familia (creo que nunca había estado tanto tiempo
separada de ellos) y sobre todo el choque cultural que viví.
Ver aquellos templos inmensos por todos lados, gente y costumbres tan diferentes a las mías, el contraste entre ricos y pobres… fue viajar a otro mundo, y siempre he sido muy consciente que esa vivencia me cambió la forma de ver las cosas y la vida. Si me lo permitís, me gustaría agradecer a Elsa y Fernando su paciencia infinita, que como “mis tutores del viaje” tuvieron que tener, porque el tema de la comida… ¡me daría para un libro aparte!
Y hablando de libros, hace tiempo quería
escribir un cuento infantil y un día soñé “Un dragón con suerte”. Es la historia de Yong, un niño
que con su coraje y su bondad nos enseñará la importancia de compartir y resolver
los conflictos de una forma pacífica y sencilla. Cuando la aldea donde vive
decide capturar al dragón de la suerte, él no duda en ayudarlo para que sea
libre. Para ello tendrá que convencer a todos de que, si colaboran y son
generosos, podrán tener al dragón de la suerte sin necesidad de encerrarlo.
Cuando la imagen del dragón y de la aldea china me vino a la mente,
inconscientemente recordé mi viaje a Taiwán. El que el protagonista sea
demasiado pequeño pero haga grandes cosas, los valores de respetar, compartir,
solidaridad… creo que es algo que aprendí con el grupo folkórico Alto Aragón y
de algún modo están reflejados en este cuento.
Mientras estaba en el grupo era para mí una forma de pasármelo bien, haciendo lo que me gustaba y viajando de aquí para allá. Con los años veo que fue mucho más que bailar la jota. Adquirí un sinfín de valores que hoy en día me definen y me encantan. Al fin y al cabo era una niña que pasó su adolescencia conviviendo con mucha gente de todas las edades y de lugares diferentes y eso enriquece a cualquiera. Además la permanencia en el grupo implicaba responsabilidad con mis compañeros, con los espectadores, con el vestuario… Mi paso por el grupo fue intenso como un campamento de verano y aprendí muchísimas cosas que me han servido en mi vida personal y profesional y que ahora, de algún modo, también me lo recuerda “Un dragón con suerte”.
Pero, si hay alguien a quien le debo toda esta vivencia y experiencia no es
otro que a mi abuelo Domingo. Si no hubiera sido por él todo habría sido
diferente. Él me llevaba a los ensayos y se esperaba horas y horas a que
terminará para llevarme al pueblo otra vez. Puede parecer algo normal, pero los
que lo conocisteis sabéis que fueron muchas horas, muchos días y muchos años.
Cuando nos dejó también se acabó la jota para mí. Ya cada vez iba menos pues
con la universidad y el trabajo me era muy difícil, pero al faltar él se me
hizo imposible.
Ahora veo al grupo y me trae recuerdos preciosos. Cuando os vi actuar en Berdún
en el 2017 lo sentí muy cerca y me hizo muy feliz porque entendí lo feliz que
él había sido todos esos años y el orgullo que sentía hacía el grupo y hacia
mí. Por eso, espero volver algún día para hacerle un pequeño homenaje y para
reencontrarme con aquella familia que me vio crecer y de la que tengo recuerdos
maravillosos. Así que espero que nos veamos pronto y mientras tanto, os seguiré
en vuestra andadura que espero que sea por muchos años más hasta que me pueda
unir a ella de nuevo.
Vanessa Gargallo
Las negritas en el texto son del blog.
Publicado en la newsletter del Grupo "De Capazo", núm 6 (Segundo Trim. 2020)
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