Hoy traemos una faceta nueva a nuestro blog.
En el escenario, el canto, baile y paloteaos son los protagonistas y se van hilvanando por la persona que presenta, con informaciones o explicaciones adecuadas. En ocasiones tienen que estirar el relato si se produce algún contratiempo relacionado con las prendas o de otro tipo. Cada cual lo ha resuelto de diversas formas, con anécdotas, contando proyectos o como en el caso de Carlos con chascarrillos y cuentos que aprendió en su infancia. Como es buen comunicador y tiene su gracejo, no es raro a estas alturas que los haga como una pieza más, aunque no haya imprevistos. A continuación una muestra de su repertorio que salió publicada en nuestra newsletter “De Capazo nº 6” Álvaro
Cuentos d'antimás
Recuerdo también a mi abuela, junto a la cocina de leña, repitiéndonos por
enésima vez la historia de aquel hombre que marchaba al huerto “a
buscar un calabazón pa hacelo frito con col, que ha venido o yerno de
Fuencalderas pa fer un poco distinción”, y de mi tía Amparito haciéndonos
rabiar con el interminable cuento de “bedebedé” que nunca lo acabaré.
Continuaban con una costumbre aprendida de sus padres, tíos y abuelos, en unos
tiempos en los que no había distracciones electrónicas como ahora y en las
casas se contaban historias, cuentos, chascarrillos, refranes, etc. que se iban
transmitiendo de unas generaciones a otras, contadas muchas veces en “o canto d’o fogaril”.
El paso del tiempo, y la llegada de otros entretenimientos, han hecho que estas
costumbres se vayan perdiendo. Afortunadamente, personas que lo vivieron, como Fernando Otal de Barbenuta, Antonio Oliván
de Aso de Sobremonte o la señora María de Sinués, entre otros muchos, nos
las han podido contar y, felizmente, se han podido grabar o plasmar por escrito
en distintas publicaciones.
Personalmente, me ha parecido importante darles a estas sencillas
manifestaciones de la cultura popular un pequeño espacio en las actuaciones del
grupo. Así, entre jota y danza, entre bolero y palotiau, habéis conocido a
Chenaro, a la rabosa, al lobo, a os de casa Ferrero, os he hablado del sastre
de Gavín, de María y Chuan, de tía Nicolasa, a la que se le “fincaron” las
farinetas, etc.
Son historias que nos hablan otros tiempos, ni mejores ni peores, simplemente
diferentes. Y me parece que es interesante que las nuevas generaciones, los
críos y chavales jóvenes, sepan de aquellas gentes de “antismás”, de su manera
de entretenerse y divertirse en unos tiempos en los que el ocio no estaba tan
valorado como ahora.
No me gustaría acabar este escrito sin contaros un par de sucedidos:
¿Cómo s’inventé a musica? Se chuntón en a plaza d’un lugar dos vecinas,
una d’o cobaxo d’o lugar, que se clamaba Domitila y l’otra d’a cobaltera que se
clamaba Milagros, una que subiba t’a casa Disparacepos a llevar a cochina t’o
masto y l’otra que se’n baixaba t’o güerto a plantar unas esquerolas, total que
se trovan allí en a plaza y dicié una:
Domi,
¿fa sol?
Y contesté l’otra:
Si fa
sol si, Mila, fa resol.
Y asinas estié que s’inventoron as notas d’a musica.
Y, para terminar, mi favorito, seguro que os suena porque soy muy canso y la
cuento una “pilera” de veces, hasta una canción se me ocurrió con esta
historia. Ahí va:
Eba una bez un gato en un lugar, que
lo clamaban Chenaro, y toz os días, de mañanas, aquel animal, se’n baixaba a
cagar y a pichar t’a femera, pero un güen día
llega una rabosa y lo atrapa:
Me te vo a minchar porque tiengo muita fambre, dicié a rabosa.
Y contesté Chenaro: Mira, estoy mu flaco, no tiengo na más que os güesos, estoy aniquilau de todo, pero estos días van a fer en casa o matacochín y entre un siñal que me’n den y bella branca que les ne pille, m’engordare una miajeta y habrás más carne pa tú.
Conque, aquella rabosa, una le’n iba y otra l’en veniba, conque, al fin, se lo empecipié a pensar a pensar y le dicié:
Hala pues, veste-ne.
Conque, o gato se’n fue ascape … y pasa una semana, quince días, un mes, y o gato que no se’n veiba p’allí por a femera, y a rabosa iba carrañosa dando güelta y güelta por o lugar a vier si podeba pillar a Chenaro, y un día ya lo vié allí sentato en a branquilera d’a ventana de casa, y le dicié:
¡Chenaro!, ¿no baixas ahora t’a femera?
¡No!, ahora me cago y me picho en casa.
Texto: Carlos Franco Gil
Ilustraciones: Miguel Franco Escuer y David Pueyo Franco
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