La Sanmigalada
En los valles pirenaicos el 29 de septiembre, festividad de
San Miguel Arcángel, ha representado el final del año agrícola y ganadero,
comenzando de nuevo el ciclo. Vencían los préstamos y se contrataban
jornaleros, criados o niñeras. Contratos verbales sellados con un simple
apretón de manos pero respetados y cumplidos fielmente. Estamos hablando de la
Sanmiguelada.
Modos de vida en el Pirineo, tradiciones y costumbres que se van perdiendo y que nos
cuenta Isabel Castillo.
LA SANMIGALADA
Con este nombre se conoce la celebración, el 29 de septiembre, de la festividad de San
Miguel Arcángel en los valles pirenaicos.
Esta celebración coincidía con el final del año agrícola y
del año laboral; era tiempo de ajustar las cuentas del año, vencían los
préstamos, se renovaban los contratos, la mayoría de las veces de forma verbal,
se sorteaban los lotes de tierra en los montes comunales. En Puértolas, de
donde procede mi padre, este menester tenía lugar en una zona de robledales
centenarios conocida como “Campanatón”, que aún existe hoy junto a la carretera
hacia Bestué.
Se trataba de una renovación casi total de los jornaleros,
criados, niñeras, cocineras, pastores, todos ellos servidores de las casas
pirenaicas que en la anterior añada habían requerido su servicio, muchas veces
tan solo por la comida.
Además, y de ahí el carácter festivo y renovador, eran días de jolgorio en los que muchas veces se estrenaba la ropa que se iba a llevar en el siguiente invierno. Los días se tornaban más fríos y cortos y las primeras nieves hacían su aparición en las cumbres pirenaicas.
La Sanmiguelada o “Sanmigalada” era tiempo de movimiento, de
recogida de cosechas, de traslado, un final de temporada de las largas
jornadas en el campo y en el monte.
Actualmente sigue siendo periodo de cierre y apertura, de comienzo de cursos,
de planteamiento de nueva etapa de cara al breve otoño y al frío y largo
invierno, donde de nuevo se impone el recogimiento y donde todo volverá a
comenzar.
En estos valles, y desde tiempos ancestrales, la ganadería
ha sido siempre el pilar económico fundamental; tradicionalmente basado en el
lanar trashumante lo que ha originado unos modos de vida peculiares. Los
ganados descendían a la Ribera del Ebro precisamente para San Miguel y volvían
para San Juan, a finales de junio, para ocupar los puertos de nuestras
montañas. Sociedades de vecinos y numerosos acuerdos, incluso internacionales
(las facerías), regulaban el uso ganadero de los puertos de montaña también
entre los pastores a uno y otro lado de la frontera.
En los últimos años, el ganado lanar ha iniciado una clara decadencia. Asistimos
en la actualidad a un auge del vacuno, que generalmente se estabula en invierno
y se sube a puerto en verano y la trashumancia poco a poco desaparece ante la carestía
de los pastos de alquiler en el llano y las duras condiciones de vida de los
pastores.
Curiosamente, ha sido en el Alto Aragón y concretamente en la cueva de “Els Trocs”, situada en la provincia de Huesca, a 1500 m de altitud, donde se han hallado los vestigios más antiguos de toda Europa para una sociedad trashumante. Al parecer de los investigadores, esta cueva fue ocupada de forma intermitente por pastores trashumantes de ovino desde hace, por lo menos, 7300 años y mediante complejos análisis del esmalte dentario de los restos de ovejas ahí hallados, se ha podido concluir que esos animales habrían ocupado los alrededores de la cueva desde finales de primavera y verano para después pasar en el valle otoño e invierno. Así pues, lo descubierto en este lugar formaría parte de los primeros vestigios de lo que desde hace mucho tiempo se conoce como trashumancia y que los nuevos usos del territorio van, poco a poco, pero de forma inexorable arrinconando.
Isabel
Castillo Pes
Publicado en la newsletter del Grupo "De Capazo", núm
11 (Tercer Trim. 2021)
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