Nuestros clásicos BAILADORES, aquellos danzantes que durante
siglos y siglos, al igual que los SEISES de Sevilla que religiosamente se
conservan, constituyeron una de las características que rememorando añejas tradiciones
del catolicismo conservaba esta ciudad de Jaca en sus fiestas titulares, han
desaparecido este año para dar paso al juego de PALOS, que por no venir
encarnado en nuestras costumbres lo consideramos desprovisto de ese concepto
altamente sugestivo que lleva aneja toda veneración a tradiciones cuyo origen se
pierde en el suceder de los siglos.
La supresión de los BAILADORES y su sustitución por los
PALOS es una innovación que responde a análogas razones a las que correspondería
el ver sucedida la indumentaria característica de los porteadores de Cruces en
nuestras fiestas de Santa Orosia por otra compuesta de sotana y roquete o
sobrepelliz; todos veríamos en esto un atentado a nuestras costumbres y tradiciones,
y lo mismo decimos respecto a La supresión de Bailadores y sustitución por los
juegos de palos.
Es error
craso el pretender ver en los suprimidos Bailadores nada absolutamente
atentatorio a los fines simbólicos que ellos representaban dentro de culto católico
en nuestras grandes festividades tenían su origen en aquellos remotísimos
tiempos en que los bailes sagrados eran considerados codo una parte del culto
que se tributaba en los días de mayor alegría de nuestra lglesia la que
esteriorizaba su júbilo por medio de danzas que según Scaligero, iniciaban los
mismos Obispos (presules) porque a presiliendo ellos comenzaban las
danzas sagradas en los COROS separados del altar, que en todas nuestras iglesias
se construían al efecto, y que todavía se conservan en Roma en los templos de
San Clemente y San Pancracio.
Los Bailadores suprimidos, simbolizando esa alegría y ese
placer que se siente en los días de fiestas grandes religiosas, eran fieles
representantes de viejas costumbres, de añejos hábitos y de tradiciones
veneradas, que encarnaron durante siglos y más siglos en la vida y costumbres
de esta montaña; de aquí el que su supresión haya herido tales recuerdos y
hecho desaparecer ese simbolismo tan característico
de nuestra amada Religión, que precisamente exterioriza el alborozo y contento
de manera muy especial en los días típicos de sus fiestas mayores.
Xavier
Semanario "El Pirineo
Aragonés" Núm 2.047 del 24 de Junio de 1922 Pág 2
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