ALGO SOBRE CARNAVAL
Difícil tarea la
encomendada: explicar en breves líneas en qué consiste la fiesta de carnaval.
Para ello vamos a comenzar con tres consideraciones importantes:
1ª.- El tiempo de carnaval. ¿Por qué no se celebra
en el verano o en el otoño, y sí en invierno? A santo de qué a mediados de
febrero todo el mundo se vuelve loco por disfrazarse.
2ª.-
Las formas actuales del carnaval, en su mayoría, bien poco tienen que ver con
la manera antigua con la que se celebraba.
Cuadrilla del G.F. Alto Aragón, 1º premio de grupos en el Carnaval de 1986 (Foto: M. Tomeo) |
• Empezaremos por la primera. Pasada la Navidad, ya es carnaval. Así lo expresaban los antiguos. Y es que durante el período de tiempo que va de principios de enero hasta el Miércoles de Ceniza en que comienza la Cuaresma cristiana, las gentes entendían que se podían realizar determinados excesos (el carnaval es exceso) que en otro momento no estarían tan bien vistos. Los días más señalados de este tiempo comenzaban en Jueves Lardero, para terminar el Martes de Carnaval, justo antes del Miércoles de Ceniza (que no de cecina).
• En ese día comenzaba la Cuaresma, tiempo
de preparación para los cristianos de la Semana Santa. La Cuaresma son los
cuarenta días anteriores al Domingo de Ramos: tiempo de penitencia, de
recogimiento espiritual, de ayunos y abstinencias de carne, de caridad, de
privaciones, etc. Y una vez comenzada, la fiesta terminó. El Carnaval, por si acaso, es el
tiempo de los excesos en la juerga, en la comida y bebida, en la provocación…
Era la otra cara de la moneda.
• En cuanto a las formas antiguas, caben
dos posibilidades: el carnaval urbano y el rural. En el primero de ellos,
primaba el espectáculo, el desorden muy ordenado, los desfiles, los bailes de
sociedad, las lifaras brillaban por su escasez… Había hasta concurso de
disfraces.
En el segundo de ellos, el que se realizaba en el mundo rural, primaba la juerga y no el espectáculo; los disfraces se confeccionaban con las sobras de la casa; las comidas tendían al exceso sin medida, pues al llegar Doña Cuaresma las carnes empezaban a escasear (como casi todo el año, por cierto); los jóvenes se juntaban sin mucha organización para ir por las casas a beber y robar algún que otro crespillo; se hacían bailes y música con lo que había en el lugar, etc.
• Actualmente. ¿Y entonces, cómo
interpretamos lo que vemos en la actualidad? Pues estamos, por lo general, ante
un carnaval desnaturalizado. Priman, casi totalmente, las formas urbanas (Jaca
lo es): desfiles, concursos, disfraces comerciales… Mucho espectáculo y poca
juerga. ¡Pero, si incluso se importan formas y maneras tan alejadas de nosotros
como el carnaval brasileño con samba incluida! ¡En el Pirineo!
En el mundo de nuestros pueblos, algunas costumbres, como
ciertos disfraces, comenzaron a ser vistas como propias del lugar, es
decir, típicas de tal o cual sitio y son
representadas con el tipismo adecuado. Con ello han perdido esa espontaneidad
que se les suponía, en favor de unos nuevos espectáculos.
• Los disfraces.
Algo importante y básico tienen ambos carnavales en común: la necesidad de
romper el orden establecido mediante disfraces y la realización de voces
extrañas.
Disfrazado, uno puede ser aquello que no es: el hombre, mujer; el pobre, rico; el guapo, feo; el bajo, alto; el labrador, señorito… Y viceversa. Y que nadie sepa quién eres, ni siquiera mediante tu voz, que la enmascararás con relinchos y voz fingida para que nadie te conozca… Y si eso sucede, ¿qué cosas no podrás hacer? Caras tiznadas, cuerpos cubiertos con sábanas y colchas viejas, ropas a punto de desaparecer, pieles, zapatos rotos…, todo vale para la provocación.
• Don Carnal.
Don Carnal, Carnaval, el Peirote, Cornelio Zorrilla, el muyon, Sant Pançard…,
con estos nombres se conoce a la figura principal de esta fiesta en el Pirineo.
Suele ser un muñeco grotesco que se pasea por la localidad y al que finalmente
se ajusticia. Todo ello, tras un juicio popular en el que se le declara
culpable de todos los males que han sucedido en el pueblo durante el año:
robos, disgustos, accidentes, desastres…, todo vale para culparle y,
finalmente, ser llevado a la hoguera. El fuego purificador limpiará al pueblo
de todo mal y así, con el culpable desaparecido, la sociedad renacerá ante el
nuevo año. No hay carnaval sin este personaje, sin su juicio y sin el fuego
purificador que nos librará del mal.
• El ruido y la
ceniza. No hay carnaval, tampoco, sin
ruido ensordecedor que indique que todo está cambiando, que el día ha llegado.
Y qué mejor manera de hacerlo que con esquillas, cañones, cuartizos, trucos,
truquetas…, con toda clase de instrumentos que se tuviese a mano. El arrojar a
los viandantes ceniza, harina, azulete…, formaba parte de esas gracias de
carnaval. Ya se sabe, el que no sepa aguantar una broma…
• La tradición
recuperada. En la actualidad, el carnaval urbano se ha impuesto sin remedio
alguno. Algunos de nuestros pueblos, sin embargo, han querido recuperar en
mayor o menor grado, las formas antiguas que todavía recordaban los mayores y
que podían servir tanto de diversión para los del lugar como de cierto reclamo
periodístico que les diese cierta notoriedad. Junto a trangas, onsos, madamas…,
y demás, se mezclan sin problema alguno los disfrazados de princesas, piratas,
astronautas o Mickey Mouse.
Carnaval
escolar de Berdún, año 1990 (Foto: M. Tomeo)
• Bielsa es, sin
lugar a dudas, quien ha conservado muchas de esas formas antiguas del viejo
carnaval rural. Sus trangas, onsos, amontatos, madamas…, forman ya parte de la
imagen que todos tenemos del antiguo carnaval rural, pero ¿quién puede decir
que aquello no es un puro espectáculo a la manera urbana?
Ansó también recuperó hace pocos años gran parte de los
disfraces que antiguamente poblaban su carnaval: os sembradós, que lanzan
harina a quien menos se lo espera; o Toledo, con sus cuernos; os onsos, con sus
orejas-zapatillas; as fantasmas… Todo ello si el carnaval biarnés no hace acto
de presencia, pues con ellos se incorpora Sant Pançard y todos los personajes
del otro lado de los Pirineos. La tradición dice que este personaje vive
escondido durante todo el año en este lado de las montañas y que en carnaval
regresa a Pau a rendir cuentas. Desde hace años (10 o 12) los montañeses de
ambos lados celebran juntos la marcha de San Pançard hacia su tierra bearnesa.
En Torla, Carnaval va disfrazado con pieles de cabra y
grandes cuernos de macho cabrío y espantando a la gente con su cara mascarada.
De nada le servirá, después de su juicio reglamentario, será condenado un año
tras año.
En La Fueva, se celebra un curioso carnaval itinerante (moderno, eso sí) en el que una caravana de coches va de pueblo en pueblo haciendo la fiesta.
Berdún, ha sido el último lugar en recuperar su carnaval
antiguo. Allí son los zarapastrosos cubiertos con sábanas, vestidos
zarrapastrosamente los que dan originalidad a la fiesta. Esperemos que esta se
consolide durante muchos años y que sus vecinos se lo pasen bien, que es lo que
importa.
Agüero, Épila, Luco de Jiloca…, han recuperado, también, sus
tradicionales fiestas de carnaval.
• Finalmente,
¿aquella tercera premisa del principio que decía que carnaval es la fiesta de
las fiestas, en qué queda? Hemos hablado de disfraces, de bailes, de juerga, de
excesos, de lifaras y bebidas con poco control, de provocación, de alegría…, de
romper la rutina, en definitiva. ¿Alguien da más para ser la fiesta de las
fiestas?
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