“Cada traje tiene encanto y nos ayuda a comprender mejor una forma de vida”
RICARDO GRASA
JACA.- Pepa Millán
sobresale como una de las grandes investigadoras de las indumentarias tradicionales
de la Jacetania y el Alto Gállego. Su última ponencia tuvo lugar en Villanúa, promovida por la Asociación “El Hachar” y versó sobre la evolución entre los siglos XVIII y XX. Articulista y conferenciante, Millán se esfuerza al máximo para dar a conocer la cultura tradicional, bien como miembro del Grupo Folklórico Alto Aragón o en calidad de coordinadora de las exposiciones del Festival Folklórico de los Pirineos y asesora en los talleres de costura del Primer Viernes de Mayo.
de la Jacetania y el Alto Gállego. Su última ponencia tuvo lugar en Villanúa, promovida por la Asociación “El Hachar” y versó sobre la evolución entre los siglos XVIII y XX. Articulista y conferenciante, Millán se esfuerza al máximo para dar a conocer la cultura tradicional, bien como miembro del Grupo Folklórico Alto Aragón o en calidad de coordinadora de las exposiciones del Festival Folklórico de los Pirineos y asesora en los talleres de costura del Primer Viernes de Mayo.
Los trajes de la Jacetania y el Alto Gállego “se caracterizan por
el uso de telas de abrigo como paños, estameñas, lanas para las prendas
exteriores (sayas, calzones o chalecos), y de lienzo tejido en las casas o algodón
para las prendas interiores (camisas, marinetas, enaguas)”, explicó Millán,
quien observa “semejanzas” con el ropaje del Maestrazgo, por el clima, y el del
Cantábrico, por el Camino de Santiago.
En la charla habló de prendas muy antiguas, como el bancal o la
mantilla de iglesia, la capa y el pañuelo coronario, y de conjuntos completos
procedentes de Ansó y Hecho, los
pueblos que, según Millán, “mejor han conservado” su historia en forma de
traje. En el Serrablo, el reconocimiento se lo llevan Sallent de
Gállego y Yebra de Basa. En ambas comarcas, hubo un tiempo en que estos ropajes “se consideraban trapos viejos que se utilizaban para cualquier cosa o se deshacían para aprovechar la tela”, comentó la jaquesa. Todo cambió cuando apareció la gente de la ciudad, “dispuesta a llevarse
Gállego y Yebra de Basa. En ambas comarcas, hubo un tiempo en que estos ropajes “se consideraban trapos viejos que se utilizaban para cualquier cosa o se deshacían para aprovechar la tela”, comentó la jaquesa. Todo cambió cuando apareció la gente de la ciudad, “dispuesta a llevarse
cosas
por cuatro perras, para luego venderlas o lucirlas”. “Desde entonces, se sabe
que tienen un tesoro, que guardan una parte de la historia de la familia y se
lucen”, reveló.
En cuanto los colores, Millán manifestó que los más utilizados eran
los “tonos oscuros”, como el negro, el marrón, el azul, los grises o el morado,
“tanto lisos, como con algunos retoques”. Es cierto que los colores vivos, como
el amarillo mostaza o el rojo, tienen su cuota de protagonismo “en sayas y sobretodo,
en refajos”, pero no es lo habitual.
Para conocer a fondo el vestir del Pirineo occidental, recomienda
tomar parte en las celebraciones típicas, como las procesiones de Santa Orosia
en Jaca, y acudir a los museos del Traje
de Ansó y el etnológico de Hecho,
en la Jacetania, y los museos Ángel
Orensanz de Sabiñánigo y el
etnológico de Búbal, en el Serrablo. “La largura de la camisa del hombre o
los pliegues de la faldas” seguro que llaman la atención.
La recuperación de los trajes marcha por buen camino gracias al
interés mostrado desde entidades como “El Hachar” y a la voluntad de sus
integrantes por buscar información y hacer los ropajes “lo más semejante
posible” a los originales, “aunque en algunos casos, se ceda y utilicen tejidos
más vistosos, hombreras o cancanes”, lamentó.
“Al público, en general, le gusta admirar los trajes, pero no
valora el trabajo que lleva su mantenimiento, la mayoría de las veces por
desconocimiento”, dijo la investigadora. Ése sería el caso del Día del Traje Ansotano a causa de que
muchos visitantes “desconocen” que los vecinos “empiezan a vestirse de
madrugada” y no se hacen a la idea de tener que “secar, cepillar, lavar y
almidonar”.
Si se le pregunta a Millán por su traje favorito, le resulta
difícil elegir uno. “Todos tienen su encanto y cada uno ellos te ayuda a comprender
mejor una forma de vida que no hemos conocido”, afirmó la jaquesa, que guarda un
lógico “cariño” por las prendas de su colección particular.
A la hora de aconsejar en la confección de un traje, recomienda que
su autora se ponga en la piel “de su abuela o su bisabuela”. Igualmente, un
traje bien hecho “deberá ir acompañado de un buen peinado (pelo retirado y
recogido en un moño” y un maquillaje nada excesivo”. Y por supuesto, “fuera los
piercings”.